Separación de los Padres y su implicación con los Hijos
Desde un Enfoque Sistémico

La separación de una pareja es un acontecimiento vital sumamente doloroso que encierra sentimientos de fracaso y culpa ya que la pareja ve como se derrumban todas y cada una de las expectativas que tenían cuando decidieron establecer su unión.
Es importante saber que este intenso dolor e incluso desgarrador por un tiempo, es el que permite la separación de la pareja. Muchas veces sucede que nos resistimos al dolor queriendo escapar de él a toda costa, sin darnos cuenta que vivirlo mientras dure es tan importante como necesario para avanzar en el proceso de duelo que transitamos. Un mecanismo muy común para escapar del dolor es la búsqueda de un culpable o llegar a victimizarse de tal manera que quedamos totalmente anclados en el dolor sin saber cómo seguir adelante para rehacer nuestra vida.
Una separación saludable se logra cuando las dos personas se dicen: “Te quise mucho. Todo lo que te di, lo di con ganas. Gracias por lo que me diste. Por aquello que entre nosotros fue mal, yo asumo mi parte de responsabilidad y dejo la tuya contigo. Te llevo siempre en mi corazón”…
¿Qué sucede cuando hay hijos en la pareja?
Si los padres, no asumen su responsabilidad en cuanto a vivir su propio dolor sin inmiscuir a los hijos rompen completamente el corazón de éstos porque ellos se ven divididos, teniendo que tomar partido entre las dos personas más importantes de su vida.
Es importante distinguir el papel de pareja del papel de padres. Los asuntos de pareja como viene a ser la propia separación, son eso, asuntos de la pareja y por tanto no es algo que les corresponda a los hijos. Obviamente la separación les va a afectar pero no es lo mismo cuando el hijo sabe que éste es únicamente asunto de sus padres y que se ocuparán ellos, a sentirse obligados a llevar una carga de tener que apoyarlos en la separación e incluso tener que tomar partido por uno de los dos.
Aunque nuestra relación de pareja se haya roto, seguimos siendo padres y lo seremos para toda la vida, es esencial darnos cuenta de esta realidad ya que es vital tanto para nuestro bienestar como para el de nuestros hijos. De lo contrario, cuando cargamos a nuestros hijos con los problemas que tenemos con su otro padre le estamos pidiendo que se convierta en nuestro apoyo, lo que significa rechazar al otro progenitor, de este modo le estamos entregando una responsabilidad que no les pertenece y que creará a la larga problemas en sus vidas y en sus futuras relaciones de pareja.
Todo hijo lleva a su padre y a su madre en su interior, rechazar a uno de ellos implica rechazar una parte de sí mismo. Cuando unos padres le hablan mal a su hijo del otro progenitor están destruyendo la propia imagen que el hijo tiene de sí mismo.
Como padres, debemos darnos cuenta que un hijo aunque no sea consciente de ello, jamás aceptará que se niegue a uno de los padres, sea el que sea de los dos y haya hecho lo que sea, ya que nunca podrá llegar a aceptar que porta algo “malo” dentro de sí, sus padres le han dado el mayor regalo que tiene, la Vida.
Dejemos a nuestros hijos fluir libremente hacia la vida sin asfixiarlos con nuestros propios asuntos personales no hay duda que nuestra mayor alegría siempre será verlos llenos de felicidad.
Siempre que asumimos nuestra propia vida con responsabilidad estamos liberando a nuestros hijos de cargas que no son suyas, aquello que no queremos asumir, ellos por amor lo van a cargar en sus espaldas.
Escrito por:
Judith Sanjuán